viernes, 29 de agosto de 2014

Guía del Teórico 2 (Unidad I)






MAPA DE LA CLASE

MATERIALISMO CULTURAL

1. Idealismo y materialismo
2. La Escuela de Birmingham y sus relaciones con el marxismo. Hasta dónde avanzó Karl Marx en pensar la cultura. El legado de Antonio Gramsci.
3. La perspectiva del materialismo cultural: la cultura como modo específico de producción.
4. La cultura como espacio de conflicto.
5. Tres conceptos entrelazados: cultura / ideología / hegemonía.



  1. CONTEXTUALIZACIÓN DE LOS AUTORES DE LA UNIDAD I
El texto de María Elisa Cevasco ayudará a poner en contexto a este grupo de intelectuales ingleses, sus posiciones y trayectorias. Se trata de un grupo de intelectuales marxistas conocido como la Escuela de Birmingham: Raymond Williams (1921-1988), Richard Hoggart (1918-2014), E. P. Thompson (1924-1993), Stuart Hall (1932-2014). El grupo surge a fines de la Segunda Guerra Mundial, en el contexto del Estado benefactor y la Guerra Fría. Trabajan en educación de adultos (contra la idea de la cultura como distinción social). Crean el Centro de Estudios Culturales Contemporáneos en la Universidad de Birmingham (en 1964). Su primer director fue Hoggart, y luego lo sucedió S. Hall (hasta 1980).
Quieren superar la institucionalización universitaria. Por eso varios de ellos participaron activamente de Workers’ Educational Association (WEA), organización de izquierdas dedicada a la educación de los trabajadores. Conciben la educación popular como intervención política, en la perspectiva de fundar una nueva sociedad “de abajo hacia arriba”. Intercambio clave entre intelectuales y trabajadores, y experimentación con otros modos de didáctica, que favorecían la interdisciplina y la implicación política.

El contexto preciso en el que surge este grupo es la posguerra, en medio de un ciclo expansivo del capitalismo, sostenido por el avance de la Industria Cultural, el Estado de Bienestar y la modernización.
Postulan un nuevo tipo de intelectual. Son parte del surgimiento de la Nueva Izquierda (luego de la invasión rusa a Hungría en 1956). Plantean la renovación del marxismo occidental para contribuir a un proyecto socialista (emancipador) adecuado al momento histórico presente. Hacen suya la posición de Gramsci: “Pesimismo del intelecto, optimismo de la voluntad”. Ante un panorama poco favorable a los proyectos revolucionarios y en medio del auge del Estado de Bienestar, se plantearon el compromiso de un trabajo intelectual que sostuviera ligazones concretas con grupos sociales concretos.
En la década del ‘60, en que resurgen con fuerza diversos procesos que se plantean un horizonte de expectativas revolucionario (sobre todo en los países del Tercer Mundo), ellos son parte de la revista y editorial New Left desde 1960.
Necesidad de pensar nuevas bases para la transformación y la interpretación socialista del mundo. (Tesis sobre Feuerbach: pasar de interpretar a cambiar el mundo). Movimiento intelectual anticapitalista, grupos heterogéneos. Polémicas dentro del grupo.
Se postulan como el brazo cultural de intervención de una Nueva Izquierda. Cruce interdisciplinario entre estudios de medios, historia, sociología y análisis de discursos/obras literarias y artísticas. Interés en las subculturas y la cultura popular y obrera.

Cevasco señala tres libros clave en la conformación inicial de este núcleo intelectual:
-       Cultura y Sociedad, de Raymond Williams (1958)
-       The uses of Literacy, de Richard Hoggart (1957). Se tradujo como “La cultura obrera en la sociedad de masas”.
-       The making of the English Working Class, de E.P. Thompson (1963). Traducido como “La formación de la clase obrera en Inglaterra”
-        

Libros de Raymond Williams (1921-1988)
-       Culture is ordinary (1958)
-       Libros: Cultura y Sociedad (1958)
-       La larga revolución (1961)
-       Palabras clave (1976)
-       Marxismo y literatura (1977)
-       Cultura (1982)
-       La política del modernismo (póstumo)

Richard Hoggart (1918-2014) Historiador de lo ignorado por la historia oficial inglesa. Entre sus varias publicaciones, destacan:

-       The uses of literacy (1957)
-       Teaching Literature (1963) (“Enseñando Literatura”)
-       Between Two Worlds (2002) (“Entre dos mundos”)

E.P. Thompson (1924-1993): debate con Althusser. Para el intelectual inglés, la clave no es la estructura sino la relación entre Economía y Cultura, y la consideración de la experiencia. La cultura debe entenderse por las experiencias de los ganadores y también de los perdedores. “Se olvidan los callejones sin salida, las causas perdidas y a los perdedores mismos”.

Stuart Hall (1932-2014)
Nacido en Jamaica en una familia “de color”, migra en 1951 muy joven a Inglaterra. Críticas al colonialismo. Cuestiones de raza y feminismo siempre presentes en su trabajo. Piensa la identidad como un posicionamiento (no como una esencia fija).
Define la teoría como “un forcejeo con los ángeles”.
Entre muchos otros títulos, artículos y compilaciones, se consiguen en castellano:
-       Resistencia a través de rituales (1974)
-       Cuestiones de identidad cultural (2003)

Varios de estos autores provienen de la clase obrera inglesa. Contra el elitismo clasista, se proponen pensar la cultura popular de la clase obrera industrial (en el contexto de la expansión de la Industria Cultural).

Preguntas clave: Cómo se práctica y se elabora la cultura. Cómo los distintos grupos intervienen en la lucha por la hegemonía. Dimensión siempre política de la teoría.

También veremos en esta Unidad a dos autores latinoamericanos contemporáneos, María Elisa Cevasco (brasileña, profesora de la Universidad de Sao Paulo) y Alejandro Grimson (antropólogo argentino, profesor de la UNSAM).

Cevasco es una autora especializada en los teóricos de la Escuela de Birmingham, preocupada por la despolitización que en muchos casos implica su ingreso a la academia, sobre todo la norteamericana, ante la moda de los estudios culturales que se vivió en las últimas décadas.
Dos títulos destacables de su obra en castellano son:
-       Para leer a Raymond Williams
-       Diez Lecciones sobre estudios culturales

Grimson estudió comunicación social y luego antropología, e investiga sobre procesos migratorios (por ejemplo, bolivianos en Buenos Aires), zonas de frontera (triple frontera), movimientos sociales, culturas políticas, identidades e interculturalidad. Como señala en la introducción que vamos a leer en esta Unidad, se propone, a contrapelo de las modas académicas contemporáneas, encontrar una tercera posición superadora del objetivismo y del subjetivismo.
Algunos de sus libros son:
-       Relatos de la diferencia y la igualdad (1999)
-       La nación en sus límites (2003)
-       Los límites de la cultura (2011)
-       Mitomanías argentinas (2012)



I.              MATERIALISMO CULTURAL


1. IDEALISMO Y MATERIALISMO


Ahora analizaremos el proceso que origina el concepto de cultura como un orden separado de los “asuntos mundanos”, y su asociación con lo espiritual. Esta tendencia se exacerba con el idealismo, imperante en el pensamiento europeo a fines del siglo XVIII y primeras décadas del XIX. En ese período se concebía a la cultura en tanto mundo de los valores, las creaciones espirituales y el perfeccionamiento moral, intelectual y estético. Como contrapartida, se encontraba el mundo de la civilización, en el que transcurrían las actividades técnicas y económicas. Sin embargo, los logros de la civilización, el enriquecimiento de los burgueses, para esta cosmovisión, no conducían sino a la consecución de bienes materiales estrictamente necesarios para la supervivencia, mientras que eran incapaces de brindar belleza y felicidad a la vida de los hombres.
Esta postura, de alguna manera, ha sobrevivido hasta nuestros días en aquellas concepciones de cultura que separan de modo tajante la actividad espiritual e intelectual de la actividad material (el orden de la producción). Dicha visión, encarna –por ejemplo- en la idea del artista o poeta concebido como un iluminado, un genio, un ser distinto al resto.
Contra esa separación entre cultura y mundo material/civilización que provoca la concepción idealista, Karl Marx (1818-1883) propone a mediados del siglo XIX el Materialismo: una teoría, un modelo de análisis de la sociedad (y del hombre, entendido como ser social, en tanto es lo que produce) que señala los modos en que la cultura está imbricada y determinada por las actividades de la base económica (“la existencia social determina la conciencia”). Este esquema se graficó en la teoría marxista en aquello que Marx llamó en 1859 la “metáfora del edificio social” y que puede graficarse de la siguiente forma:


Dijo Marx al respecto “no es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino por el contrario su ser social el que determina su conciencia”. Se proponía mostrar con este esquema de qué manera las manifestaciones culturales y las instituciones políticas (las leyes, el Estado, etc.), que a simple vista aparecen como absolutamente autónomas e independientes de la vida material -¿qué pueden tener que ver lo sublime, lo bello o lo justo con el mundo de las transacciones económicas?- se asentaban en las relaciones de producción (es decir, en las relaciones que los hombres establecen para producir sus medios de vida). De esta manera, las superestructuras constituyen la parte visible del edificio, mientras que la base material es su cimiento invisible.
Con la “metáfora del edificio” buscaba Marx explicar la realidad social, mostrando que por debajo de las formas culturales o políticas que nos parecen más autónomas, puras o ideales, hay una base social, de relaciones sociales de producción, que no se ve, pero que está determinando esas formas culturales y políticas (“determinación”). Si es posible que éstas evolucionen, de formas menos complejas a formas de mayor complejidad, es porque, por debajo de ellas, la base material también se transforma a medida que la sociedad se va haciendo más compleja y diversa.
De esta manera, el planteo de Marx se proponía superar la disociación entre cultura y mundo social. Sin embargo, terminó reducido o vulgarizado por el llamado Marxismo ortodoxo (estética marxista predominante en las décadas de 1930-1940) a una simplificación o reduccionismo que reproducía la dualidad y el idealismo que quería combatir. Cevasco señala que el modelo marxista dogmático restringe la complejidad de la cultura a un lugar secundario, como realizaciones directas de la economía que la precede y la controla. La revisión a la que el marxismo ortodoxo somete a la metáfora base/superestructura causa más problemas de los que soluciona ya que entiende a la cultura como algo secundario, y oscurece el hecho de que las prácticas culturales son en sí mismas un modo de producción, son materiales y reales. Las artes aparecen ubicadas como un campo aislado replicando el problema objetado al idealismo.
En síntesis, las dos objeciones al esquema Base/Superestructura son:
a.    Coloca a la cultura como algo posterior y secundario a la economía
b.    Oscurece el hecho de que las producciones y prácticas culturales también son materiales y reales (un modo de producción)

Para Marx mismo, el hombre se hace a sí mismo al producir sus medios de vida, de modo que cuestiones tan “culturales” como su identidad están anudadas a cuestiones tan “económicas” como la subsistencia, las herramientas de trabajo, etc. “No hay ninguna práctica económica que no sea una práctica de significación”, dice Alejandro Grimson.
Sin embargo, lo que había sido un llamado de atención acerca de que economía y cultura son instancias diferentes pero que marchan imbricadas una en la otra, pasó a entenderse, entre muchos continuadores de Marx, como una división tajante y jerarquizada. Para ellos, la cultura terminó siendo nuevamente un “reino de ‘meras’ ideas, creencias, artes, costumbres”, subordinado a lo que ocurría en la base económica. Las sociedades cambiaban por efecto del desarrollo económico, y la cultura era entendida como un simple reflejo de menor importancia. De nuevo, igual que en el idealismo, la cultura y la vida social, lo espiritual y lo material, se entendían como instancias separadas.
En su “Introducción” a Los límites de la cultura (2011), el investigador argentino Alejandro Grimson cuestiona la idea tan instalada en el pensamiento occidental de pensar la actividad humana en esferas separadas (esfera económica, social, cultural, política). Él, como Williams, sostiene que “no hay esferas: no existe naturalmente la cultura como una esfera separada de la economía” (p. 39). Es decir, la economía no existe sin la cultura. Todas las prácticas económicas tienen también una dimensión simbólica. Un esquema como el planteado a partir de la metáfora Estructura/Superestructura no sólo condena a la cultura y a lo simbólico a un lugar secundario, subordinado y dependiente (de la economía), sino que además es una metáfora que insiste en pensar en esferas separadas los dominios de la vida social: “Fue la modernidad la que inventó la economía como un dominio separado de lo político y lo cultural”.
A pesar de estas críticas, el mundo en que vivimos está profundamente “esferizado” (véase como ejemplo la organización del poder ejecutivo en distintos Ministerios o la especialización de las disciplinas académicas). Por eso es difícil estudiarlo desde otras categorías.


2. LA ESCUELA DE BIRMINGHAM Y SUS RELACIONES CON EL MARXISMO

Los teóricos de la Escuela de Birmingham se propusieron retomar los postulados de Marx y proseguir, avanzar en lo que dejó incompleto. Así llevaron adelante un trabajo marxista de crítica de la cultura, que discute la idea de una base determinante y una superestructura determinada y piensa en cambio la cultura como producto y producción de un modo de vida dado, y no como reflejo de la base socioeconómica. Aquel tipo de análisis (en términos de reflejo), para los pensadores de la Escuela de Birmingham, dice muy poco de lo peculiar del arte, que queda entendido como un bloque inespecífico (la poesía “capitalista” o “decadente” pasa por alto las contradicciones y conflictos).
El Materialismo cultural que impulsaron los teóricos de esta Escuela atiende en cambio a la producción y no sólo a la reproducción de significados y valores. Los cambios se producen en tanto emergen nuevos significados y valores.
Este enfoque les valió un lugar heterodoxo dentro del pensamiento marxista clásico. Al respecto, Raymond Williams afirmó: “No siendo miembros de una iglesia, no debemos preocuparnos por herejías” (1971).
Raymond Williams, propuso pensar al Materialismo cultural como proyecto intelectual que implica una posición teórica para una crítica comprometida (comprender la sociedad para transformarla). Una necesidad impuesta a la teoría por la práctica. Para ello, en los ensayos de Williams los conceptos se formulan no como codificaciones cerradas sino como movimientos históricos.
En términos biográficos, Williams fue un teórico de la literatura y la cultura inglesa, que renovó críticamente la perspectiva marxista para pensar la cultura. Estudió la historia literaria y cultural inglesa a partir de captar, en el movimiento social, un puñado de conceptos claves: cultura y democracia, masas e industria, campesino e intelectual urbano, tradición, continuidad y contradicción. Y se propuso pensar sus significados desde la historia de esos conceptos.

Su teoría ha recibido acusaciones de “culturalista” (de colocar la cultura en un lugar determinante para la revolución o el cambio). En su defensa debe considerarse que:

-La ampliación del materialismo a dominios poco explorados por Marx, exige necesariamente nuevas respuestas teóricas y una preocupación por analizar la cultura popular, los medios masivos, la dominación cultural.

-El lugar de la cultura como conflicto requiere una crítica de la cultura como una de las formas de lucha contra una organización de la vida impuesta por un modo de producción específico. La cultura se instala cada vez más como mecanismo de dominación y control (sociedades semióticas, capitalismo cultural o cognitivo).

Desde esa crítica al esquema Base/Superestructura, autores como Williams (a quien retoma Grimson) proponen una teoría cultural materialista reexaminando dicha relación, entendida como una base monolítica que determina los cambios en la Superestructura.



Hasta dónde avanzó Marx en pensar la cultura

Marx nunca desarrolló sistemáticamente una teoría de la cultura, sino que sentó las bases para una crítica de la ideología. Fueron comentarios ocasionales, influidos por los gustos burgueses de su época. No hay en Marx una equivalencia en el terreno de la cultura de la desconstrucción que logró en la economía política.

En una conferencia (en Filosofía y Letras, 1984), el crítico cultural argentino Néstor García Canclini plantea los límites de los aportes de Marx:
1) Los prejuicios etnocéntricos y positivistas de su tiempo;

2) Que fue previo al desarrollo de la lingüística, la semiología, la antropología, el psicoanálisis, las ciencias de la cultura. Puede agregarse que tampoco conoció las rupturas estéticas de las vanguardias, que trastocaron la noción de arte a principios del siglo XX.

3) Que no resuelve el vínculo entre cultura e ideología.

Canclini sostiene que se puede retomar no lo que Marx dijo sobre cultura, sino su método y su teoría en general, en la medida en que se asuma “la crisis del paradigma marxista” y se lo vincule con otras corrientes científicas.
En el último siglo, varios teóricos de la cultura se plantearon retomar el sentido original del esfuerzo de Marx por pensar integradamente cultura y economía, el mundo de las ideas y el de la producción. Reformularon, sistematizaron, pensaron los fenómenos nuevos y cruzaron el paradigma marxista con otros paradigmas y disciplinas del pensamiento.


El legado de Antonio Gramsci

El primero en pensar desde el marxismo “la cuestión cultural con autonomía, sin reducirla a la economía o a la política”, fue Antonio Gramsci, el marxista italiano que sufrió la cárcel fascista entre 1927 y 1935. Fue él el primero que estudió la contraposición entre acciones hegemónicas y subalternas. Su teoría hace énfasis en los modos de funcionamiento de la hegemonía. La dominación social se mantiene por el poder y la propiedad, pero también por la cultura de lo vivido (hábitos, experiencias, modos de ver).
Su visión de la Superestructura se desembarazó del economicismo (es decir de la subordinación de la Superestructura a la Base). Fue el primero en mirar las culturas populares (hasta entonces, el marxismo se había restringido a pensar la cultura dominante).
Fue también el primero en incluir como parte de la ideología a las instituciones, la organización material que hace posible la producción y circulación de la ideología (escuelas, editoriales, museos, etc.).
A partir de su aporte algunos teóricos establecen discusiones con otras posiciones del marxismo (reivindicándose marxistas).
De este modo, la teoría gramsciana permite pensar una alternativa al modelo ortodoxo. El problema decisivo es el reexamen de la explicación Base/ Superestructura y la discusión de una cuestión clave: Base (determinante) / Superestructura (determinada).

En la perspectiva de Gramsci, cultura abarca Base y Superestructura en un solo concepto.

Teoría del reflejo: repite el idealismo que había pretendido superar.

Peligros de la teoría del reflejo

·         Reflejo ideológico como externo a la realidad. La deformación está en la Ideología y no en la Estructura.
·         La determinación de la Base sobre la Superestructura sería causal, mecánica, unidireccional. (y Gramsci la entiende como estructural, reversible y multidireccional). Sobredeterminación de la conciencia sobre la Base.


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3. LA PERSPECTIVA DEL MATERIALISMO CULTURAL: LA CULTURA COMO MODO ESPECÍFICO DE PRODUCCIÓN

En el último siglo, varios sociólogos de la cultura se plantearon retomar el sentido original del esfuerzo de Marx por pensar integradamente cultura y economía, el mundo de las ideas y el de la producción. El primero fue Antonio Gramsci.
Más tarde los marxistas culturalistas ingleses de la Escuela de Birmingham, entre quienes estamos leyendo a Raymond Williams.
En Latinoamérica, Néstor García Canclini, filósofo y sociólogo argentino –residente en México desde los años ‘70- se interesa por la sociología del arte, las culturas populares latinoamericanas, las culturas urbanas, los fenómenos de consumo y recepción de los medios masivos.

Néstor García Canclini (La producción simbólica, 1979) señala que la “cultura” no es sólo un sistema de ideas, imágenes, representaciones de la producción social, sino un proceso específico de producción. ¿Producción de qué? De procesos simbólicos, “de fenómenos que contribuyen -mediante la representación o reelaboración simbólica de las estructuras materiales- a comprender, reproducir o transformar el sistema social”. Es importante remarcar este aspecto: “los sujetos a través de la cultura no sólo comprenden, conocen y reproducen el sistema social; también elaboran alternativas, es decir, buscan su transformación” (1986; p. 41-42). El autor insiste en que no hay producción de sentido que no esté inserta en estructuras materiales, no sólo porque la cultura está determinada por lo social, sino porque está inserta en todo hecho socioeconómico (1982; p. 42).
Desde esta perspectiva, entonces, cualquier práctica es a la vez económica y simbólica. La cultura se entiende como un tipo particular de producción (y no un reflejo mental o ideal de la esfera productiva). Es además un espacio de conflictos, ya que no se puede hablar de “La Cultura”, de una única cultura, sino “explicar las desigualdades y los conflictos entre sistemas culturales”.

Definición: Cultura es un tipo particular de producción cuyo fin es comprender, reproducir y transformar la estructura social, y luchar por la hegemonía”.

Por ello, el análisis del arte no tiene sentido disociado de la sociedad en que actúa de forma específica. Pensar el arte de otra manera lo aísla en un dominio restringido, y lo hace entender como algo excepcional, restringido a “grandes hombres” o genios.

Para Raymond Williams, el artista comparte con todos la imaginación creativa (capacidad de encontrar nuevas descripciones de la experiencia y transmitirlas). Lo que diferencia al artista es que usa una habilidad aprendida y especializada.
Esta concepción se contrapone con las formulaciones hegemónicas, tradicionales, que limitan el sentido de cultura y lo especializan, entienden cultura como un dominio separado de la esfera de la vida cotidiana, donde se producen las “grandes obras”.
En una entrevista que le realiza la crítica argentina Beatriz Sarlo (publicada en la revista Punto de Vista), Williams plantea: “Desde mi punto de vista, es casi imposible la comprensión de áreas claves como cultura o literatura careciendo de una conciencia histórica de sus significados. Lo que sucede con otros conceptos es que son definidos abstractamente y estas definiciones conllevan siempre –y por lo general sin tener conciencia de ello– elementos y puntos de vista propios de la época. Se los piensa como universales pero, de hecho, están condicionados históricamente”.
Para Williams, una sociología de la cultura debe "reelaborar y reconsiderar todo el material (empírico) y los conceptos (teóricos) heredados, y presentar sus propias contribuciones dentro de la interacción abierta entre la evidencia y la interpretación...”

Sociología de la cultura: estudio de distintos tipos de instituciones y formaciones dentro de la producción y distribución cultural, y en la vinculación de ellas dentro de la totalidad de los procesos sociales materiales.

El análisis cultural supone pensar lo hegemónico en sus procesos de transformación. Las obras de arte son especialmente importantes como fuentes de esta compleja evidencia (p. 135). Obras e ideas que implican rupturas significativas con los límites y presiones hegemónicas.
Agrega el estudio de las formas (no como ilustración sino como el punto de acceso más específico a ciertos tipos de formación).

Tarea básica: análisis de las interrelaciones existentes dentro de esta compleja unidad (163). Instituciones/ formaciones/ relaciones formadas (audiencias, por ejemplo) / formas (relación con concepciones del mundo o estructuras del sentir/desempeño). Tomar los productos todavía activos, en proceso. Asumir la relación de todo trabajo cultural con un sistema de signos (relaciones internas sociales y externas con las instituciones) (p. 164).


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4. LA CULTURA COMO ESPACIO DE CONFLICTO

“Más que un concepto a ser usado, cultura como tantas otras palabras, lleva en sus extensiones y en sus ambigüedades una historia de disputas en torno de la fijación de su sentido para cumplir determinada función social” (Cevasco, p. 50)
La cultura es un “modo de lucha” (E. P. Thompson).
Para Raymond Williams, la cultura es entendida como un proceso que se da en varios niveles y en el que participan todos.

a.    La cultura tal como está estructurada reproduce la desigualdad social (aún cuando la niegue y se plantee como universal)
b.    A través del análisis cultural se puede avanzar en entender la totalidad social
c.    La cultura como espacio relevante de lucha

Así, la cultura es entendida como un espacio relevante de lucha (y no de su cancelación por la universalidad) y como espacio fundamental de la política. La cultura se presenta como “herencia de la humanidad” pero reproduce la desigualdad social.

La cultura es también entendida como terreno de conflicto político. Se mueve en dos sentidos: a favor y a contrapelo del progreso histórico. Cultura como “un conjunto de posibilidades gestadas por la historia que operan subversivamente dentro de ella” (Terry Eagleton). Toda cultura es autocontradictoria. “Las propias culturas engendran las fuerzas que podrían llegar a transformarlas. (…) La cultura puede ser una anticipación de una nueva existencia social”.
La cultura adquiere importancia intelectual cuando se convierte en una fuerza con la que hay que contar políticamente.


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5. TRES CONCEPTOS ENTRELAZADOS: CULTURA/ IDEOLOGÍA / HEGEMONÍA

La noción de ideología es clave en el pensamiento de Marx, que mostró cómo funcionaban los procesos ideológicos en la totalidad social y los ubicó en un sistema conceptual mayor: el conjunto de determinaciones que permiten explicar dicha totalidad. El concepto de ideología, permite relacionar las representaciones de lo real con sus condiciones sociales de aparición.
Dos líneas en la teoría marxista posterior sobre la noción de ideología:


·         La línea humanista vincula ideología con fetichismo, enajenación, a la que enfrenta la conciencia de clases (Georg Lukács).
·         La línea positivista define ideología en oposición a ciencia (Louis Althusser, Aparatos Ideológicos de Estado: Unidad 2).

Limitaciones de los estudios marxistas sobre ideología:

a.    Se restringen a la ideología de la clase dominante. Quedan fuera las clases populares. (excepciones en el marxismo, antropología desde perspectivas no marxistas).
b.    Las metáforas de Marx para hablar de ideología (superestructura, reflejo) convertidas en conceptos científicos (podría decirse, incluso, en piedra fundante de una estética marxista). Uso mecanicista de la teoría del reflejo: reflejo ideológico externo a la realidad. La representación tiene la responsabilidad de deformar, no la estructura económica.
c.    Se piensa la determinación entre Base y Superestructura como causal, mecánica y unidireccional (Y la determinación es estructural, reversible y multidireccional): la base material determina la conciencia, y ésta sobre determina dialécticamente y en forma plural a la estructura).
d.    Se estudió la ideología como sistema de representaciones conceptuales y repertorio de imágenes, en detrimento de la organización material y la configuración formal de los procesos ideológicos. Encontrar ideología en el arte antes de pensar qué hay de ideológico en los procesos materiales.
e.    Se enfatizó la oposición entre ideología y ciencia, es decir remarcando los aspectos negativos de la ideología (encubridora, distorsionadora de las relaciones sociales. “La religión es el opio de los pueblos”). Papel obstaculizador para el conocimiento correcto de la estructura social. Otras funciones de la ideología (asegurar la cohesión y el consenso, garantizar la reproducción de sus condiciones) no fueron destacadas como positivas.


Distinción y superposición entre cultura e ideología. La teoría de la cultura requiere de la teoría de la ideología (marxismo) para vincular los procesos culturales con sus condiciones sociales de producción. Pero no todo es ideológico en la cultura. Toda producción significante puede pensarse en sus determinaciones sociales, pero no se agota allí. La cultura no sólo representa la sociedad, también reelabora las estructuras sociales y puede imaginar nuevas. Representar relaciones de producción, ayudar a reproducirlas, a transformarlas e inventar otras.


Hegemonía

La noción de hegemonía adquirió un sentido significativo en la obra de Antonio Gramsci. Es uno de los puntos cruciales de la teoría cultural marxista. Gramsci distingue entre dominio y hegemonía. El dominio se expresa en las formas directamente políticas y en tiempos de crisis por medio de la coerción directa o violencia. Pero en tiempos normales, el poder se ejerce a través de un complejo entrelazamiento de fuerzas políticas, sociales y culturales. Un proceso de dirección política e ideológica en la que una clase (o sector) logra apropiarse preferentemente de las instancias del poder, en alianza con otras clases. La hegemonía es eso, y también las fuerzas activas sociales y culturales que lo constituyen. Se apoya menos en la violencia que en el contrato: una alianza en que hegemónicos y subalternos pactan prestaciones recíprocas.
Para Williams esta categoría es central para producir una descripción precisa del proceso de producción y reproducción de la cultura. La noción de Hegemonía permite ver cómo se produce la dominación en una sociedad de clases: ejerce presiones, impone límites, organiza e interpreta la experiencia y la producción de significados y valores. Lo hegemónico, aunque dominante, activo, siempre está en transformación e incorporación, no puede abarcarlo todo.
El concepto de hegemonía incluye y va más allá de dos conceptos anteriores: cultura e ideología.

HEGEMONÍA = Cultura + Modo de dominación

Hegemonía supera al concepto de cultura (proceso social total en que los hombres definen sus vidas) porque lo relaciona con las distribuciones específicas de poder. Es abstracto decir que los hombres configuran sus vidas. Existen desigualdades específicas en los medios para realizar ese proceso. Gramsci introduce el reconocimiento de la dominación y la subordinación en ese proceso total que es la cultura.
Hegemonía supera también al concepto de ideología en tanto lo decisivo no es sólo el sistema consciente de ideas y creencias, las formas plenamente articuladas y sistemáticas, sino todo el proceso social vivido, organizado por significados y valores específicos y dominantes. Es decir, la conciencia heterogénea, confusa, incompleta o inarticulada de los hombres reales de un período y sociedad.
Hegemonía como “algo que conforma a los sujetos humanos a las necesidades de un nuevo tipo de gobierno, que los remodela de arriba abajo, y los vuelve dóciles, moderados, distinguidos, amantes de la paz, tolerantes y desinteresados agentes de ese orden político. Pero para hacer eso la cultura también debe actuar como un tipo de crítica inmanente o de reconstrucción” (Eagleton, pp. 23 y 24). La cultura es así una crítica ideal y una fuerza social.
En la clase dominante la ideología se manifiesta de manera simple y pura. La clase subordinada no tiene sino esa ideología como su conciencia, se le ha impuesto sobre su conciencia.

Hegemonía no iguala conciencia e ideología, “no se reduce la conciencia a las formaciones de la clase dominante, sino que comprende las relaciones de dominación y subordinación, a tal punto que “un sistema cultural, político y económico nos da la impresión a la mayoría de nosotros de ser las presiones y límites de la simple experiencia y del sentido común”. O sea, hegemonía no es sólo manipulación y adoctrinamiento, sino “un cuerpo de prácticas y expectativas en relación con la totalidad de la vida”.
Las formas de dominación y subordinación se corresponden con los procesos normales de la organización y el control social de las sociedades desarrolladas.
Idea de cultura como práctica. La actividad cultural no constituye una superestructura. La tradición y la práctica cultural (ocio, entretenimiento y arte) se hallan entre los procesos básicos de la propia formación.


Hacia una definición de hegemonía

La hegemonía se define entonces como un cuerpo de prácticas y expectativas en relación con la totalidad de la vida, un sistema vívido de significados y valores experimentados como prácticas. Una formación social y cultural para ser efectiva debe ampliarse, incluir, formar y ser formada a partir de esta área total de experiencia vívida.

La hegemonía es siempre un proceso, no un sistema ni una estructura. Es “un complejo efectivo de experiencias, relaciones y actividades que tiene límites y presiones específicas y cambiantes”.

No se da en forma pasiva. Es continuamente resistida, recreada, defendida y modificada, desafiada por presiones que no son propias. Por ello hay que incorporar las nociones de contrahegemonía y hegemonía alternativa. Toda hegemonía, aunque se presente como dominante, jamás lo es de un modo exclusivo y total. Las numerosas formas de oposición y lucha son importantes no sólo en sí mismas, sino como rasgos indicativos de lo que en la práctica ha tenido que actuar el proceso hegemónico con la finalidad de ejercer su control. Ante las alternativas y la oposición la función hegemónica decisiva es controlarlas, transformarlas e incluso incorporarlas. Todo proceso hegemónico debe estar en un estado especialmente alerta y receptivo hacia las alternativas y la oposición que cuestiona o amenaza su dominación.

Por ello, hay que considerar las obras y las ideas que, aunque estén afectadas por los límites y presiones de lo hegemónico, constituyen rupturas significativas.

Para Williams, “hegemonía” es un concepto más funcional que ideología para pensar la cultura. Establece una relación dinámica entre experiencia-conciencia-lenguaje: concepto de “estructura del sentimiento o del sentir

La hegemonía es siempre una interconexión y una organización de significados, valores o prácticas dispares que este proceso activo incorpora a una cultura significativa y a un orden social efectivo.



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