miércoles, 8 de octubre de 2014

Guia del teórico 8 (Unidad 3)


UNIDAD III
POLÉMICA ADORNO/ BENJAMIN
En general (sobre todo a causa de los posicionamientos políticos de Adorno dentro de la Nueva Izquierda alemana en los años ‘60) las obras de ambos autores tienden a leerse como antagónicas o a pensarse como enfrentadas. Desde el marxismo ortodoxo se tildó a Adorno de revisionista y de tratar de presionar a Benjamin para que adoptase su posición, incluso cercenando partes de su obra más abiertamente marxistas.
Susan Buck-Morss organiza su libro Origen de la dialéctica negativa con el objetivo de indagar el origen del método que utilizó Adorno en sus escritos, presentándonos a Benjamin como una influencia directa de su pensamiento, influencia aun mayor que la que ejercería en Adorno el resto de la escuela de Frankfurt.
Tesis central: carácter decisivo de sus puntos de identidad/ relación con su amistad.
Buck-Morss comienza realizando un ensayo biográfico en el cual nos muestra los orígenes de Adorno, su familia, su vinculación directa con la música, los años de juventud, su formación en Kant, su relación con Horkheimer y con Benjamin. Luego la recepción de Marx por parte de Adorno.
El libro culmina con un análisis del debate entre Benjamin y Adorno, el cual tuvo lugar durante los años treinta y permite esclarecer elementos de la teoría y de las ideas de los dos pensadores.
El argumento de Buck-Morss es que es en Benjamin donde hay que buscar gran parte de las ideas que Adorno desarrolló en su filosofía.
Buck-Morss fortalece los vínculos posibles entre los pensamientos de Benjamin y Adorno, mostrando las relaciones importantes que se presentaban en las actividades de los dos pensadores que a la vez eran artistas (Adorno, músico experimental, Benjamin, poeta y traductor). Así, si la interpretación de Adorno como músico de las partituras no copiaba el original, de la misma manera Benjamin operó en sus traducciones de obras literarias. Esto ayudó a que los dos forjaran ideas similares en lo que concierne a la mimesis y a la obra de arte en la época de su reproducción técnica.

SINTESIS DEL DEBATE ADORNO / BENJAMIN
-Ante la emergencia del cine (un nuevo tipo de arte y de experiencia) responden de maneras distintas.
-Adorno defiende en el arte de vanguardia (música) un potencial crítico. Y ve en el arte masivo (Industria Cultural) el fetichismo de la sociedad de masas.
-En cambio Benjamin es hasta cierto punto optimista ante el potencial revolucionario del arte popular y la innovación tecnológica.
-Para Adorno la Industria Cultural (IC) anula toda capacidad reflexiva y crítica.
-Ambos coinciden en que la experiencia moderna erosiona las verdaderas experiencias: lo explican en nociones como la caída del aura.
-Difieren en la función política que reconocen al arte: Adorno ve en la vanguardia el anticipo de una sociedad por venir. Y en la IC la reconciliación de la audiencia con el sistema existente (reificación). Benjamin tiene esperanzas en el potencial emancipatorio del arte colectivo/politizado y de las nuevas técnicas.
Desarrollaremos ahora esos puntos.


Los ejes del debate
Como dice Eugene Lunn en su trabajo Marxismo y modernismo, tanto Benjamin como Adorno tenían una perspectiva modernista y la confrontación que se dio entre sus respectivas posturas no fue en realidad un debate, sino que a fines de los años '30 y principios de los '40, Adorno respondió a la defensa hecha por Benjamin del cine y al estudio relacionado de Baudelaire y el París del siglo XIX.
Las discrepancias entre ambos autores se centran en los significados históricos que debían asignarse respectivamente al arte de vanguardia y al arte masivo comercializado de la sociedad capitalista, y en distintas afinidades (teóricas y afectivas, amistosas). Sus interpretaciones contrastantes sobre el arte reproducido técnicamente provienen también de la materia sobre la que trabajaban: mientras que Benjamin -desde su perspectiva ambivalente- se sintió atraído por la literatura del París moderno, metafórica y despersonalizada, Adorno basaba sus análisis -de un marcado pesimismo histórico- en las tradiciones musicales y filosóficas austríaco-alemanas, conectándolos con la crisis de la subjetividad registrada en el modernismo vienés por Freud y Schöenberg.
Adorno, que prestaba particular atención al carácter fetichista de los artículos de consumo (que los aliena de sus orígenes humanos convirtiéndolos en objetos ajenos y ocultando la forma en que encarnan las relaciones sociales), discutía con Benjamin porque veía que éste otorgaba a estos artículos un sentido más metafísico que histórico. En 1938, durante su exilio en los Estados Unidos, Adorno fue contratado por la Princeton Office of Radio Research de Paul Lazarsfeld como jefe de su estudio de música. Su primer trabajo escrito en este nuevo medio fue Sobre el carácter fetichista de la música y la regresión del oír, que se publicó en 1938. Allí hizo una refutación de la perspectiva optimista de Benjamin en La obra de arte...
Al atacar la que consideraba falsa armonía de gran parte de la música contemporánea, Adorno abogaba en favor de un nuevo ascetismo que implicara la negación de la felicidad fraudulenta de un arte afirmativo, subrayando el final de la verdadera subjetividad en la sociedad de masas y en el arte que ella producía.
Adorno veía que, como la música había sido invadida por el ethos capitalista, su fetichización (su conversión en producto) era casi total. No sólo los oyentes (independientemente de la clase a la que pertenecieran) eran incapaces de superar la conformidad de las normas culturales sino que su capacidad para escuchar se había degenerado, regresando psicológicamente hacia un estado infantil de docilidad y temor hacia lo nuevo. Y aunque ciertas formas, como el jazz, pudieran expresar una hostilidad reprimida, Adorno no era optimista acerca de la posibilidad de dar un sentido constructivo a ese sentimiento, ya que tenía menos confianza que Benjamin en el potencial revolucionario del arte popular afirmativo.
Benjamin, por su parte, era relativamente indiferente a la música como medio potencialmente crítico. No compartía el gusto de Adorno por las formas exigentes de la música moderna ni su creencia en la cualidad representativa de la música. A partir de su relación con Brecht (criticada por Adorno que lo consideraba un apologista del stalinismo) Benjamin había adoptado una actitud optimista frente al potencial revolucionario del arte popular y la innovación tecnológica.
Adorno, que había regresado a Alemania en 1949, volvió a los Estados Unidos en 1952 y realizó un estudio sobre la televisión a la que consideraba una síntesis del cine y la radio cuya tendencia era deformar y captar desde todos los ángulos la conciencia del público y producir un duplicado del mundo para reemplazar al real. En ese momento Adorno consideraba que los medios de la que había llamado junto con Max Horkheimer industria cultural, estaban ensamblados de modo de no posibilitar reflexión alguna en el tiempo que dejaban libre. Con la disminución de la distancia entre el producto y el observador mediante la proximidad física, todo lo que pudiese recordar los orígenes religiosos de la obra de arte, cuyo ritual podría ser hecho presente, era evitado por la TV comercial.
En síntesis, podemos decir que tanto Adorno como Benjamin consideraban característica de la vida moderna una erosión de las verdaderas experiencias. La noción de aura acuñada por Benjamin fue muy empleada por los miembros del Instituto de Frankfurt para sus análisis culturales sobre esa decadencia: la crisis de la sociedad moderna estaba relacionada con el final del arte aurático como experiencia enraizada en la tradición.
Discrepaban, sin embargo, en las repercusiones de estos cambios. Adorno consideraba que el arte tenía una función política: presentar un anticipo de la sociedad negada por las condiciones presentes. Y temía que la función política del arte de masas fuera opuesta: en vez de afianzarse en la negatividad, el arte, en la era de la reproducción técnica, servía para reconciliar a la audiencia con el sistema existente.
Benjamin, sin dejar de lamentar la pérdida del aura, tenía no obstante esperanzas en el potencial progresista de un arte colectivo y politizado, siguiendo en esto la orientación de Brecht. Confiaba en el potencial emancipatorio de las nuevas técnicas y artes que ponen al espectador en una situación de disponibilidad crítica. Y en la aproximación de la obra de arte a la esfera política al liberarse de su función ritual.
Adorno no apostaba a esas supuestas potencialidades y hacía hincapié en la capa de mediaciones existente entre la obra de arte y el consumidor, en las cuales la única conexión positiva estaría dada por enclaves como el arte modernista o de vanguardia (usa indistintamente ambos conceptos) que no es precisamente el que se ofrece a la identificación con un público amplio. Consideraba que las propuestas de Brecht que seducían a Benjamin con respecto al teatro épico eran un espejismo, dado que la clase obrera no está exenta de los mecanismos de reificación y fetichización, alienación y cosificación, y por lo tanto no tiene la disponibilidad racional supuesta.
En su "Diccionario del pensamiento marxista" Petrović define reificación como:
“El acto (o resultado del acto) de transformar propiedades, relaciones y acciones humanas, en propiedades, relaciones y acciones de cosas producidas por el hombre, objetos que se han vuelto independientes (y que son imaginados como originalmente independientes) del hombre y gobiernan su propia existencia. También, la transformación de seres humanos en cosas que no se comportan en una forma humana sino de acuerdo a las leyes del mundo de las cosas. La reificación es un caso ‘especial’ de alienación, su forma más radical y extendida, característica de la sociedad capitalista moderna".

En lo que respecta a las condiciones de recepción por parte de la audiencia, a Adorno le parecía imprescindible la concentración del público para la implementación de una praxis de la recepción estética genuina, mientras que Benjamin se inclinaba a considerar las implicaciones positivas de la distracción que prevalece en la recepción masiva de los medios técnicamente reproducibles. Ímpetu optimista que no fue conservado por la obra de los integrantes de la Escuela de Frankfurt sobre la cultura de masas durante la década del '40. En su condición de exiliados europeos, manifestaron una cierta insensibilidad frente a los elementos espontáneos en la cultura popular americana y mantuvieron una distancia crítica que les impidió equiparar cultura de masas con verdadera democracia. Consideraban que la industria cultural suministraba una cultura falsa, reificada, que había hecho desvanecerse la vieja distinción entre cultura alta y baja en una "barbarie estilizada" cuyos mensajes subliminales eran el conformismo y la resignación. Llegaron de este modo a la conclusión de que la industria cultural esclavizaba a los hombres más sutil y eficazmente que la dominación ruda de épocas anteriores, al exhibir una falsa armonía y desarrollar la habilidad para inducir a la aceptación pasiva limitando las posibilidades de surgimiento de una resistencia negativa. De este modo equipararon la función de la tecnología en la sociedad norteamericana con el funcionamiento de los estados autoritarios en Europa, perdiendo de vista los factores históricos singulares que los hacían diferentes. Si bien en las décadas del '30 y '40 sus críticas sobre las desventajas de la modernidad iban contra la corriente, tomaron sentido para la audiencia americana en los años '60.
Los aportes de Benjamin sobre las potencialidades democratizadoras de los nuevos medios fueron revalorados en décadas posteriores por aquellos que se interesaron por el estudio de las culturas populares.

Otras críticas de Adorno a Benjamin:
(1) Adorno le cuestionaba a Benjamin que la simple yuxtaposición de elementos contradictorios de las imágenes dialécticas solo produce que el texto refleje las contradicciones en lugar de desarrollarlas en la argumentación crítica. 
(2) También se manifiesta escéptico con la “solidaridad” de Benjamin hacia la clase obrera, aspecto que aquél plasma, sobre todo, en el artículo “El autor como productor” (uno de los textos más “materialistas” y brechtianos de Walter Benjamin). Fuertemente anti-romántico. Solidaridad con el proletariado (la clase y el partido). Afirma el concepto de un sujeto revolucionario colectivo, en el que convergen validez estética y validez política. El escritor necesita refuncionalizar las técnicas de producción literaria transformando los valores de mercado burgués en valores de uso revolucionario.
(3) Por último, Adorno cuestionaba a Benjamin su noción de sujeto colectivo en el S. XIX y su sueño de futuro utópico, su mesianismo.

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El resto del Teórico se dedicó a la primera parte del repaso de las tres primeras Unidades del Programa para el parcial.

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