UNIDAD III
POLÉMICA ADORNO/
BENJAMIN
En general (sobre todo a causa de los
posicionamientos políticos de Adorno dentro de la Nueva Izquierda
alemana en los años ‘60) las obras de ambos autores tienden a leerse como
antagónicas o a pensarse como enfrentadas. Desde el marxismo ortodoxo se tildó
a Adorno de revisionista y de tratar de presionar a Benjamin para que adoptase
su posición, incluso cercenando partes de su obra más abiertamente marxistas.
Susan Buck-Morss
organiza su libro Origen de la dialéctica
negativa con el objetivo de indagar el origen del método que utilizó Adorno en sus escritos, presentándonos a
Benjamin como una influencia directa de su pensamiento, influencia aun mayor
que la que ejercería en Adorno el resto de la escuela de Frankfurt.
Tesis central: carácter decisivo de sus puntos de identidad/ relación con su
amistad.
Buck-Morss comienza
realizando un ensayo biográfico en el cual nos muestra los orígenes de Adorno,
su familia, su vinculación directa con la música, los años de juventud, su
formación en Kant, su relación con Horkheimer y con Benjamin. Luego la
recepción de Marx por parte de Adorno.
El libro culmina con un
análisis del debate entre Benjamin y Adorno, el cual tuvo lugar durante los
años treinta y permite esclarecer elementos de la teoría y de las ideas de los
dos pensadores.
El argumento de Buck-Morss
es que es en Benjamin donde hay que buscar gran parte de las ideas que Adorno
desarrolló en su filosofía.
Buck-Morss fortalece
los vínculos posibles entre los pensamientos de Benjamin y Adorno, mostrando
las relaciones importantes que se presentaban en las actividades de los dos
pensadores que a la vez eran artistas (Adorno, músico experimental, Benjamin,
poeta y traductor). Así, si la interpretación de Adorno como músico de las partituras no copiaba el original, de
la misma manera Benjamin operó en sus traducciones
de obras literarias. Esto ayudó a que los dos forjaran ideas similares en lo
que concierne a la mimesis y a la obra de arte en la época de su reproducción
técnica.
SINTESIS DEL DEBATE
ADORNO / BENJAMIN
-Ante la emergencia del cine (un nuevo tipo de
arte y de experiencia) responden de maneras distintas.
-Adorno defiende en el arte de vanguardia
(música) un potencial crítico. Y ve en el arte masivo (Industria Cultural) el
fetichismo de la sociedad de masas.
-En cambio Benjamin es hasta cierto punto
optimista ante el potencial revolucionario del arte popular y la innovación
tecnológica.
-Para Adorno la Industria Cultural
(IC) anula toda capacidad reflexiva y crítica.
-Ambos coinciden en que la experiencia moderna
erosiona las verdaderas experiencias: lo explican en nociones como la caída del
aura.
-Difieren en la función política que reconocen al
arte: Adorno ve en la vanguardia el anticipo de una sociedad por venir. Y en la IC la reconciliación de la
audiencia con el sistema existente (reificación). Benjamin tiene esperanzas en
el potencial emancipatorio del arte colectivo/politizado y de las nuevas
técnicas.
Desarrollaremos
ahora esos puntos.
Los ejes del debate
Como dice Eugene Lunn en su trabajo Marxismo y modernismo, tanto Benjamin como Adorno tenían una
perspectiva modernista y la confrontación que se dio entre sus respectivas
posturas no fue en realidad un debate, sino que a fines de los años '30 y
principios de los '40, Adorno respondió
a la defensa hecha por Benjamin del cine y al estudio relacionado de Baudelaire
y el París del siglo XIX.
Las discrepancias entre ambos autores se centran en los significados
históricos que debían asignarse respectivamente al arte de vanguardia y al arte masivo comercializado de la sociedad
capitalista, y en distintas afinidades (teóricas y afectivas, amistosas).
Sus interpretaciones contrastantes sobre el arte reproducido técnicamente provienen también de la materia sobre
la que trabajaban: mientras que Benjamin -desde su perspectiva ambivalente- se
sintió atraído por la literatura del París moderno, metafórica y
despersonalizada, Adorno basaba sus análisis -de un marcado pesimismo
histórico- en las tradiciones musicales y filosóficas austríaco-alemanas,
conectándolos con la crisis de la subjetividad registrada en el modernismo
vienés por Freud y Schöenberg.
Adorno, que prestaba particular atención al carácter fetichista de los artículos de consumo (que los aliena de
sus orígenes humanos convirtiéndolos en objetos ajenos y ocultando la forma en
que encarnan las relaciones sociales), discutía con Benjamin porque veía que
éste otorgaba a estos artículos un sentido más metafísico que histórico. En
1938, durante su exilio en los Estados Unidos, Adorno fue contratado por la Princeton Office
of Radio Research de Paul Lazarsfeld como jefe de su estudio de música. Su
primer trabajo escrito en este nuevo medio fue Sobre el carácter fetichista de la música y la regresión del oír,
que se publicó en 1938. Allí hizo una refutación de la perspectiva optimista de
Benjamin en La obra de arte...
Al atacar la que consideraba falsa armonía de gran parte de la música
contemporánea, Adorno abogaba en favor de un nuevo ascetismo que implicara la
negación de la felicidad fraudulenta de un arte afirmativo, subrayando el final
de la verdadera subjetividad en la sociedad de masas y en el arte que ella
producía.
Adorno veía que, como la música había sido invadida por el ethos
capitalista, su fetichización (su conversión en producto) era casi total. No
sólo los oyentes (independientemente de la clase a la que pertenecieran) eran
incapaces de superar la conformidad de las normas culturales sino que su
capacidad para escuchar se había degenerado, regresando psicológicamente hacia
un estado infantil de docilidad y temor hacia lo nuevo. Y aunque ciertas
formas, como el jazz, pudieran expresar una hostilidad reprimida, Adorno no era
optimista acerca de la posibilidad de dar un sentido constructivo a ese
sentimiento, ya que tenía menos confianza que Benjamin en el potencial
revolucionario del arte popular afirmativo.
Benjamin, por su parte, era relativamente indiferente a la música como medio
potencialmente crítico. No compartía el gusto de Adorno por las formas
exigentes de la música moderna ni su creencia en la cualidad representativa de
la música. A partir de su relación con Brecht (criticada por Adorno que lo
consideraba un apologista del stalinismo) Benjamin había adoptado una actitud optimista frente al potencial
revolucionario del arte popular y la innovación tecnológica.
Adorno, que había regresado a Alemania en 1949, volvió a los Estados
Unidos en 1952 y realizó un estudio sobre la televisión a la que consideraba
una síntesis del cine y la radio cuya tendencia era deformar y captar desde
todos los ángulos la conciencia del público y producir un duplicado del mundo
para reemplazar al real. En ese momento Adorno consideraba que los medios de la
que había llamado junto con Max Horkheimer industria
cultural, estaban ensamblados de modo de no posibilitar reflexión alguna en el tiempo que dejaban libre. Con
la disminución de la distancia entre el producto y el observador mediante la
proximidad física, todo lo que pudiese recordar los orígenes religiosos de la
obra de arte, cuyo ritual podría ser hecho presente, era evitado por la TV comercial.
En síntesis, podemos decir que
tanto Adorno como Benjamin consideraban característica de la vida moderna una
erosión de las verdaderas experiencias. La noción de aura acuñada por
Benjamin fue muy empleada por los miembros del Instituto de Frankfurt para sus
análisis culturales sobre esa decadencia: la crisis de la sociedad moderna
estaba relacionada con el final del arte
aurático como experiencia enraizada en la tradición.
Discrepaban, sin embargo, en las repercusiones de estos cambios. Adorno consideraba que el arte tenía
una función política: presentar un anticipo de la sociedad negada por las
condiciones presentes. Y temía que la función política del arte de masas fuera
opuesta: en vez de afianzarse en la negatividad, el arte, en la era de la
reproducción técnica, servía para reconciliar
a la audiencia con el sistema existente.
Benjamin, sin dejar de lamentar la pérdida del aura, tenía no obstante
esperanzas en el potencial progresista de un arte colectivo y politizado, siguiendo en esto la orientación de Brecht.
Confiaba en el potencial emancipatorio
de las nuevas técnicas y artes que ponen al espectador en una situación de
disponibilidad crítica. Y en la aproximación de la obra de arte a la esfera
política al liberarse de su función ritual.
Adorno no apostaba a esas supuestas potencialidades y hacía hincapié en la capa de
mediaciones existente entre la obra de arte y el consumidor, en las cuales
la única conexión positiva estaría dada por enclaves como el arte modernista o de vanguardia (usa
indistintamente ambos conceptos) que
no es precisamente el que se ofrece a la identificación con un público amplio.
Consideraba que las propuestas de Brecht que seducían a Benjamin con respecto
al teatro épico eran un espejismo, dado que la clase obrera no está exenta de
los mecanismos de reificación y fetichización, alienación y cosificación, y por
lo tanto no tiene la disponibilidad racional supuesta.
En su "Diccionario del
pensamiento marxista" Petrović define reificación
como:
“El acto (o resultado del acto) de transformar
propiedades, relaciones y acciones humanas, en propiedades, relaciones y
acciones de cosas producidas por el hombre, objetos que se han vuelto
independientes (y que son imaginados como originalmente independientes) del
hombre y gobiernan su propia existencia. También, la transformación de seres
humanos en cosas que no se comportan en una forma humana sino de acuerdo a las
leyes del mundo de las cosas. La reificación es un caso ‘especial’ de alienación,
su forma más radical y extendida, característica de la sociedad capitalista
moderna".
En lo que respecta a las condiciones de recepción por parte de la audiencia, a
Adorno le parecía imprescindible la concentración
del público para la implementación de una praxis de la recepción estética
genuina, mientras que Benjamin se inclinaba a considerar las implicaciones
positivas de la distracción que
prevalece en la recepción masiva de los medios técnicamente reproducibles.
Ímpetu optimista que no fue conservado por la obra de los integrantes de la Escuela de Frankfurt sobre
la cultura de masas durante la década del '40. En su condición de exiliados
europeos, manifestaron una cierta insensibilidad frente a los elementos
espontáneos en la cultura popular americana y mantuvieron una distancia crítica
que les impidió equiparar cultura de masas con verdadera democracia.
Consideraban que la industria cultural suministraba una cultura falsa,
reificada, que había hecho desvanecerse la vieja distinción entre cultura alta
y baja en una "barbarie estilizada" cuyos mensajes subliminales eran
el conformismo y la resignación. Llegaron de este modo a la conclusión de que
la industria cultural esclavizaba a los hombres más sutil y eficazmente que la
dominación ruda de épocas anteriores, al exhibir una falsa armonía y desarrollar
la habilidad para inducir a la aceptación pasiva limitando las posibilidades de
surgimiento de una resistencia negativa. De este modo equipararon la función de
la tecnología en la sociedad norteamericana con el funcionamiento de los
estados autoritarios en Europa, perdiendo de vista los factores históricos
singulares que los hacían diferentes. Si bien en las décadas del '30 y '40 sus críticas sobre las desventajas de la modernidad iban contra la corriente,
tomaron sentido para la audiencia americana en los años '60.
Los aportes de Benjamin sobre las potencialidades democratizadoras de los nuevos medios fueron revalorados en décadas
posteriores por aquellos que se interesaron por el estudio de las culturas populares.
Otras críticas de Adorno a
Benjamin:
(1) Adorno le cuestionaba a Benjamin que la
simple yuxtaposición de elementos contradictorios de las imágenes dialécticas solo produce que el texto refleje las
contradicciones en lugar de desarrollarlas en la argumentación crítica.
(2) También se manifiesta escéptico con la
“solidaridad” de Benjamin hacia la clase obrera, aspecto que aquél plasma, sobre
todo, en el artículo “El autor como
productor” (uno de los textos más “materialistas” y brechtianos de Walter Benjamin).
Fuertemente anti-romántico. Solidaridad con el proletariado (la clase y el
partido). Afirma el concepto de un sujeto revolucionario colectivo, en el que
convergen validez estética y validez política. El escritor necesita
refuncionalizar las técnicas de producción literaria transformando los valores
de mercado burgués en valores de uso revolucionario.
(3) Por último, Adorno cuestionaba a Benjamin su
noción de sujeto colectivo en el S. XIX y su sueño de futuro utópico, su
mesianismo.
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El resto del Teórico se dedicó a la
primera parte del repaso de las tres primeras Unidades del Programa para el
parcial.
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